El Desafío de Seguir a Jesús
- Ana Petro. Ministro de Alabanza.
- 1 jul 2015
- 3 Min. de lectura

“Ve, vende todo lo que tienes, y dáselo a los pobres, y toma tu cruz, y sígueme”. Un estremecedor silencio se apoderó del joven a quien Jesús había dicho estas palabras. Tenía mucho que dar, pues era demasiado rico y tal vez le entristeció el hecho de saber que debía deshacerse de aquello que más llenaba su corazón, tenía que soltar quizá lo que más amaba en toda su vida, dejar ir aquello que lo hacía sentir seguro e importante. Tenía que morir a lo que consideraba el centro de su existencia.
La tristeza embargó su corazón al saber que el dinero era más importante para él que seguir a Jesús, y que no sería capaz de dejar de lado lo que hasta ese momento estimaba más. Continuó su propio camino, rechazando la senda que el Maestro le mostraba ese día. Aferrado al amor de su vida, rechazó aquello que hubiese sido para él, la más grande y asombrosa aventura que jamás podría tener… y que su dinero tampoco podría comprar.
Esta historia se ha repetido cientos de veces. Generación tras generación, muchos jóvenes optan por rechazar el desafío que Jesús hace a través de su palabra: seguirle sin importar qué. Entregarse por completo con los ojos vendados es un riesgo, pero se convierte en una delicia cuando entendemos que Aquel a quien nos entregamos ya ha hecho un camino por el cual andaremos tomados de Su gloriosa, poderosa y bondadosa mano.
Eliseo pudo haberse escudado tras sus responsabilidades familiares al momento de ser llamado por Elías, pero no lo hizo. Fue tan fuerte lo que su corazón sintió, que no dudó un instante en dejar lo que tenía e ir tras su maestro y servirle. A pesar de su tartamudez y pasado violento, Moisés aceptó el desafío de ser el líder de un pueblo esclavo, que carecía de un ejército fuerte y de gente leal; aceptó el llamado de Dios antes que escudarse en sus debilidades. Pedro, un hombre ordinario, sin dinero, estudios o roce social, dejó de lado su vida común y corriente para tomar el desafío de ser diferente en medio de una sociedad que odiaba el cambio, y siguiendo a un hombre que se convertiría en el más buscado por los poderosos de la época con el objetivo de ser asesinado.
Tú, tal vez tienes problemas, un pasado que quizá te avergüenza, y con un futuro poco prometedor. Puedes ser también uno de esos que tiene todo lo que desea, y en tu mente tienes diseñada una vida exitosa. Quien quiera que seas, hoy estás siendo desafiado a cerrar tus ojos y dejarte llevar por Jesús; hoy Dios te quiere mover del lugar donde estás y conducirte a lugares donde experimentarás su poder sobrenatural. Inexplicable, loco, o probablemente tonto para el hombre, pero para Jesús es salvación, victoria y sobretodo, amor.
Una vez, hace algunos años, un amigo del colegio me dijo: “en unos años te arrepentirás de las decisiones que has tomado”. Hoy quiero decirte que desde que acepté el desafío de seguir a Jesús, no he parado de ser feliz de verdad. He sido libre de mis pecados, y soy sana por dentro y por fuera. Sí, he dejado mucho en el camino; he renunciado a cosas que en su momento consideré importantes, goces terrenales...en fin, deleites que como jóvenes nos gusta tener. Pero te digo algo: Mis ojos han visto a niños, jóvenes, adultos y ancianos levantar sus manos, ansiosos por tener un encuentro con Dios. Muchos han sido sanados, liberados, redimidos del pecado… y lo mejor es que he participado en eso. No me arrepiento ni un segundo de tener a Jesucristo en mi vida. No me arrepiento de haberle entregado mi adolescencia, y mi juventud a Él. No me arrepiento de tenerlo en mi corazón porque sé que Él no se arrepintió de mí a pesar que sabía que le iba a fallar, y aun así fue a la cruz. Jesús es más que mío…y yo más que Suya. Y tú, ¿aceptas el desafío?
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