Una carta para todos mis compañeros de clase:
- jovenesdaniels
- 16 may 2015
- 2 Min. de lectura
Tenía que escribir algo. Este es mi tributo a aquellos que no se sienten avergonzados por lo que creen. El miércoles pasado a la mañana cuando salí de casa para ir a la escuela hacia frio, bastante frio. No sabía cuánto más frio haría al llegar a la escuela. Trataba de recordar los eventos de historia europea que apenas podía retener ordenadamente en el cerebro cuando ingresé al estacionamiento de la escuela. Luego vi a la multitud. Estaban parados a cierta distancia del mástil observando algo.
Luego me acorde. Ese miércoles era el día en que los estudiantes de américa del norte se reunirían alrededor del mástil para orar. Pero la multitud que veía se había reunido para observar y no para orar. Algunos cobardes señalaban y se reían por lo bajo. Otros solo permanecían de pie y miraban fijamente a sus amigos, llamándolos para que se dieran prisa y no se perdieran algo absolutamente inusual que estaba ocurriendo.
Luego mire hacia el mástil. No había un grupo de alumnos reunidos allí, solo había una muchacha, solita, de rodillas mirando al cielo y orando. Pasé entre medio de la multitud de burlones y vi a cientos más por las ventanas de las aulas que también se burlaban de ella. Me molesto tanto que me brotaron las lágrimas mientras me decía una y otra vez: “¡No puedo Creerlo!”
Transcurrió el día y la semana sin que pudiera sacarme de la mente esa imagen de la chica y de los estudiantes que se burlaron de esa muchacha, solo tengo una cosa para decirles: Ella estaba orando por ustedes.
Y a esa valiente chica, que hoy se pierde en la multitud de estudiantes cuyos nombres desconozco, le digo: Puedes estar segura de que tus oraciones no pasaron desapercibidas. Realmente no te avergüenzas de tu Señor.
Ah, y el año que viene no estarás sola.
Tomado de Good Advice (Buen Consejo) por Jim Hancock y Todd Temple.

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